Don José Miguel inició la mañana del 15 de agosto de 1941 como de costumbre. Con 86 años a cuestas se levantó temprano, desayunó y paseó toda la mañana por Valdivia con ese aire casi aristocrático y caballeresco que lo distinguía y regresó a su casa para la hora de almuerzo.
Según una crónica de El Correo de Valdivia, José Miguel Varela Valencia almorzó en su casa, pero empezó a sentir un malestar y avisó que se iría a descansar a su pieza. Apenas atraviesa el umbral de la habitación se desplomó, pero logró tocar el timbre para pedir ayuda a su empleada.
De inmediato se llamó a un médico y acudió el doctor Clemente Holzapfel para brindarle alivio. El connotado médico valdiviano le iba a aplicar una inyección y Varela, que se sentía mal, lo reconoció y le dijo con aplomo: “¡Hola! Colócala no más, pero esta vez llegaste tarde” y expiró. Eran las 13:30 horas.
Ni las balas, ni las esquirlas de los cañones, ni las bayonetas pudieron arrebatarle la vida a este abogado veterano de tres guerras. Varela, natural de Concepción, sirvió como soldado en la Guerra del Pacífico entre 1879 a 1881, posteriormente estuvo en la última etapa de la guerra de la Ocupación de la Araucanía y sufrió la derrota en la Guerra Civil de 1891 como fiel balmacedista.
En su casa y junto a su familia dejó este mundo este personaje de “larga vida y buena memoria”, como citó en su diario de vida el que posteriormente rescató, editó y publicó el famoso escritor Guillermo Parvex en el exitoso libro de 2015 “Un veterano de tres guerras”.
El best seller hace un apasionante relato de este personaje que estuvo olvidado gran parte de la segunda mitad del siglo XX y en su primera edición finaliza dando a entender su deseo de radicarse con su familia en Valdivia, ciudad que vislumbraba como una urbe pujante para desarrollarse profesionalmente en su profesión de abogado.
Pero ¿cómo recibieron los valdivianos a este héroe de guerra?
En el libro de Parvex, José Miguel Varela relata todas sus peripecias de la campaña del norte, su desacuerdo con el trato a los mapuche por el gobierno chileno y los ricos terratenientes y el dolor físico y espiritual que le provocó la caída de Balmaceda a manos de los congresistas que incluso lo tuvo viviendo en clandestinidad por dos años y con las secuelas de un bayonetazo que recibió en la Batalla de Placilla.
Posteriormente se enamoró y se casó para quedar viudo al corto tiempo, pero volvió a contraer matrimonio con Isaura Romo Chaigneau.
Casi al final de la obra de Guillermo Parvex, Varela escucha hablar en Cauquenes de la pujanza industrial y comercial de Valdivia y ahí nace el deseo de buscar un oasis de paz a su agitada vida de ex militar, luego de tanto padecimiento.
No está claro en qué año llega Varela a Valdivia, pero se especula que eso ocurrió posterior a 1910, pues por decreto supremo del 24 de marzo de 1914 aparece nombrado como notario y conservador de comercio y minas en la ciudad de los ríos.
En la ciudad se sumó a la Logia masónica N° 32 “Luz y trabajo”, donde alcanzó el grado de Venerable Maestro, y desarrolló una activa vida como benefactor de iniciativas sociales.
De acuerdo a las crónicas de El Correo de Valdivia sobre la vida y deceso de José Miguel Varela, se le vincula en varias organizaciones sociales donde destaca el club de ciclismo que lleva su nombre y del que fue presidente honorario. También fue parte de la directiva del Club de Rayuela Caupolicán.
El notario también estuvo vinculado a los Boy Scouts y la Cruz Roja de Valdivia, además de la Asociación de Jubilados Ferroviarios, el Club de Yates Valdivia y en lo político era miembro de la Asamblea Radical que apoyó la candidatura de Pedro Aguirre Cerda como Presidente de Chile.
También fomentó la Liga de Estudiantes Pobres, las Colonias Escolares que llevaba de vacaciones a la costa a los más pequeños, las Salas de Niños y la Protección a las Madres. Igualmente apoyó a conseguir camas para el Hospital San Juan de Dios, el nosocomio precursor del actual Hospital Regional que fue fundado en 1939.
Según el testimonio de su amigo Juan Pulgar, que escribió una crónica de él en El Correo de Valdivia, Varela fue presidente de la Liga de los Estudiantes Pobres, entidad que reunía vestuario y libros para quienes no tenían recursos y así asegurar su enseñanza. Pulgar añade que en más de una ocasión el notario apoyó de su bolsillo a esta liga.
“Me pareció un árbol fresco y frondoso que invitaba a sentarse bajo su sombra para descansar de las incomprensiones que deja esta batalla interminable que prepara el porvenir sin producir odios, trastornos y sacrificios inútiles”, escribió Juan Pulgar y añadió: “Su espíritu fue siempre joven porque estuvo al lado de los niños”.
En 1941 José Miguel Varela era ampliamente conocido y valorado por la sociedad valdiviana y la noticia de su deceso fue portada del diario El Correo de Valdivia. Este mismo medio periodístico, fundado en 1895, cubrió los detalles de su funeral que resultó impresionante.
Los restos del veterano de tres guerras no reposaron en Valdivia, pues a los dos días de su muerte fue trasladado a Santiago para descansar en el Mausoleo de los Veteranos de la Guerra del Pacífico que está en el Cementerio General de la capital chilena.
Los restos de Varela Valencia fueron velados en el Cuartel de la Cuarta División del Ejército y el día 17 se dispuso su traslado a la estación de Ferrocarriles que lo llevaría a Santiago.
Según el diario El Correo de Valdivia, gran cantidad de personas se sumaron al cortejo fúnebre. Así los valdivianos despedían a un héroe de guerra y al hombre que se transformó después en héroe de paz en su ciudad.
Miembros de todas las instituciones donde participó el notario acompañaron la carroza fúnebre, avanzando bajo los sones de la banda instrumental del Regimiento Caupolicán. El mismo féretro iba con una guardia de honor con sus fusiles llevando la bayoneta calada. El cortejo avanzó por calles Arauco, García Reyes, Picarte y hasta avenida Ecuador.
Entre el cortejo iba el intendente de la Provincia de Valdivia Luis Alejandro Guzmán, el alcalde Francisco Ramírez Soto, regidores y autoridades civiles, militares y eclesiásticas.
“Las veredas, especialmente las boca-calles estaban especialmente atestadas de gente, ávida de presenciar este acto” escribe el cronista de El Correo y añade que Carabineros debió desplegarse para colaborar con la seguridad de los asistentes y evitar atropellos.
En la estación esperaban a la columna toda la dotación del Regimiento Caupolicán, además de alumnos de la Escuela Normal que consideraban a José Miguel Varela como su “venerable amigo” y varios profesores primarios.
El momento más emotivo fue el traslado del féretro de Varela desde la carroza hasta el carro mortuorio, bajo los sones de la “Oración fúnebre” que tocó la banda del regimiento Caupolicán.
Hubo momentos de discursos y palabras donde resaltaron el carácter humano del veterano de guerra, destacando el coronel Daniel Sánchez en representación de la Cuarta División del Ejército, Adolfo Oettinger a nombre del Colegio de Abogados de Valdivia y Max Rodríguez en representación del club de ciclismo José Miguel Varela.
En Valdivia existe el pasaje Varela, en calle Pérez Rosales, entre Beauchef y Lautaro, dedicado a este héroe olvidado y que pudo rescatarse de su anonimato 74 años después gracias al trabajo investigativo desarrollado en el libro de Guillermo Parvex y que llegó a ser éxito de ventas.
El mismo escritor ha utilizado a la figura de Varela como personaje para la tercera entrega de la saga de ficción histórica “Asalto final”, donde el abogado militar intercambia opiniones con el personaje principal en el contexto del proceso de ocupación de la Araucanía.
Una vida de guerra, de novela y que incluso podría llegar a las pantallas de televisión, pues existe un proyecto de una productora audiovisual que pretende crear una serie sobre las aventuras de José Miguel Varela, el veterano de tres guerras que murió en suelo valdiviano, el suelo que por fin le dio la paz que anhelaba su alma.
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