Por Cristina Gallardo (poeta).
Suenan campanas por los parlantes de la Biblioteca Central. Miro la hora: 19:45.
Afuera hay algo de niebla, hace frío; es invierno y no quisiera salir de este lugar, pero suenan campanas, luego teclados y una guitarra que invita a quedarse. Pienso que el personal debe irse a casa a descansar.
Me desperezo, recojo mis cosas y me descubro cantando: “Juntos correremos a reír”. La guitarra eléctrica entra en escena, hay un quiebre de ritmo. La batería me apura, como si también supiera que se acaba el día.
Cierro los ojos, la música gira otra vez: el bajo toma protagonismo y se cuelan acordes de un charango.
Sé que queda poco tiempo antes de que la Biblioteca cierre sus puertas.
“Su atención, por favor: la Biblioteca cerrará en cinco minutos” se escucha por los parlantes.
Han pasado ya diez minutos. Ralentizo mi marcha: no quiero irme sin escuchar el final de la canción. Finalmente, subo la escalera. Las luces comienzan a apagarse al ritmo de una línea de bajo y de pifilcas. Cruzo el umbral.
Adentro queda merodeando la melodía, como un fantasma obstinado. Las paredes la conocen de memoria, los libros se estremecen antes del silencio, la música ha sonado allí desde hace casi 30 años.
A fines de los años ’70, Jaime y Bernardo Valbuena tenían una idea. Les rondaba una melodía, como a Huidobro la gramática. Jóvenes estudiantes de Ingeniería Forestal, buscaban trascender más allá de las aulas. Tal vez en uno de esos trayectos al pabellón docente, rodeados de hualles, comenzaron a gestar lo que luego se convertiría en uno de los íconos de nuestra Universidad: un patrimonio inmaterial que atesoramos todos quienes hemos pasado por la Biblioteca.
Así nació la banda Travesía, conformada por estudiantes y amigos que nunca imaginaron quedar grabados en la memoria de generaciones. Jaime Valbuena (primera guitarra), Eduardo Gutiérrez (segunda guitarra), Pablo Saavedra (bajo), Gerardo López (charango, zampoña, guitarra y percusión), María Inés Ruiz (coros, teclado, órgano y sintetizador), y Bernardo Valbuena (batería, percusión y trutruca) formaban una agrupación tan diversa como auténtica. Estudiantes de ingeniería en sonido, microbiología, pedagogía en música e ingeniería forestal, unidos por el deseo de crear algo propio.
En 1980 se presentaron al Festival de Bandas organizado por la universidad. Ganaron con una canción compuesta por Bernardo que llevaba el mismo nombre que la banda: Travesía.
Desde ese momento comenzó la conexión con la Biblioteca. Alguien, recuerda Bernardo, se acerca desde Biblioteca y les dice que reconoció en aquella canción un potencial especial. ¿Y si se usaba para marcar el inicio y el cierre del día en la Biblioteca? Les propuso la idea, y todos accedieron con entusiasmo. ¿Qué podía pasar si tocan la canción un par de días?
Así, con puro ímpetu y las herramientas disponibles, se grabó el tema en la Facultad de Ingeniería en Sonido. «Fue una grabación casera», nos cuenta Bernardo. «En esos años la tecnología no era la de hoy». Y aunque parezca increíble, el cassette sigue siendo el mismo: ha estado en la Biblioteca por más de 46 años. Se ha enganchado, se ha cortado, ha sido reparado varias veces, pero sigue cumpliendo su rito.
Cada día, a las 19:45 horas, alguien presiona play. Y a las 20:00, rewind.
En tiempos de inmediatez, esta pequeña ceremonia nos recuerda que la memoria es un ejercicio diario, que los ritos cotidianos son entramados secretos que pueden unir generaciones.
Para quienes alguna vez estudiaron, investigaron o simplemente se refugiaron entre los estantes de la Biblioteca, esta melodía representa algo más que música: es pertenencia, identidad, nostalgia, pero, sobre todo, es esa esquina en donde nos encontramos para recordar nuestra vida universitaria en la UACh. Recibe nuestras noticias en: WhatsApp | Instagram | Newsletter.
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